DE MÁRMOL
Al amanecer sentí tu guadaña,
mis piernas inmóviles olvidaron
las calles que tragaban horas,
donde nacía la incertidumbre.
los ojos incrédulos paganos
justificaban mi cansancio,
el hueco de mi sepulcro
crecía en mis frágiles cabellos.
de mármol parecía mi cuerpo,
un pájaro herido sin libertad
quedó pegado a mi esqueleto,
debajo de mí reptaron sueños,
mis poros respiraron la tierra,
sombras esperaban mi entierro.
De pronto desperté del letargo,
del abismo que enfermó mi aliento
al cual había descendido mi alma,
de la espuma pueril surgió Eros
posó sus manos sobre mi cuerpo,
ahuyentó los cuervos de la noche
los gemidos del viento cesaron.
Sentí el dulce dolor de mis piernas
benditas espinas que se clavaron,
en mi carne antes inerte
y tu filosa guadaña desaparecía,
risa de ángeles bullían,
atravesaron cuevas, paredes mudas
de nuevo la puesta del sol en mi casa.
POE Y TU RECUERDO
He contenido en mis ojos
momentos de “Nunca, más”,
tu pecho cosido a mi espalda
y el poema de Allan Poe
estrujándonos el alma.
Sí, “Nunca, más” en mi sueño
me repetía tu voz de agua,
el cuervo avivó mi tristeza,
sus graznidos eran un canto
terriblemente doloroso,
trepidaba alrededor nuestro.
Mi andamio estaba hecho,
el tuyo aún era un yermo
tú esperarás a “Leonor”,
yo sólo podré soñarte
en aquella tarde poética,
cuando arrancaste de raíz
un crisantemo morado
y me lo dejaste en el alma,
posaste tus dedos en mis labios
y el verbo murió en mi garganta.
El cuervo, tú y yo callamos,
en esa soledad abismal
tardía respuesta “Nunca más”,
yo beberé el “dulce filtro”
aquel que me hará olvidar.
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